sábado, 19 de enero de 2008

El nacimiento del cine (II)

Después de todo esto llegaron dos nombres importantísimos: Edwin S. Porter y Georges Méliès.

Georges Méliès fue el primero en poner varios planos, lo que llamamos la continuidad. Se entusiasmó con el invento de los Lumiére, y siendo un hombre de una gran sensibilidad, capacidad creativa y espíritu empresarial, enseguida le vio posibilidades al espectáculo. Se la ingenió para adquirir un proyector y comenzó a rodar inmediatamente. Al poco tiempo, debido a su conocimiento del mundo de la farándula, había desarrollado su carrera de cineasta, aplicando sus habilidades al mundo del espectáculo en el Teatro Robert Houdini, de París, que compró para el efecto y al que dotó de todos los inventos necesarios para realizar sofisticadas puestas en escena y sorprender a los parisienses con sus decorados, proyecciones, vestuarios y representaciones. Realizó infinidad de películas utilizando ingeniosos, e ingenuos, trucos, alguno de los cuales todavía es motivo de discusión sobre cómo lo logró.

Edwin S. Porter trabajó con Edison como ayudante de cámara y como jefe de su estudio. Fascinado por el trabajo de Méliès, Porter quiso hacer también un cine narrativo. En 1903, estrena Asalto y robo de un tren (The great train robbery), película que inició el género del western. Puede ser considerada como la primera obra importante, con argumento de ficción, del cine americano. La película emplea de forma algo rudimentaria el montaje paralelo y aunque la acción suele transcurrir de cara al espectador, se observa un uso narrativo de la profundidad, aporta la diagonal, sigue con la cámara el desplazamiento de actores... Su última escena, un primer plano de un pistolero disparando sus armas hacia el espectador, causó una impresión parecida a la que pudo hacer en su día el tren de los hermanos Lumiére. La película fue un gran éxito.

Llegó un momento en el que Porter y Méliès se estancaron, siempre hacían las mismas películas. A partir de aquí llegó el que realmente ha dado sentido a todo esto, hasta nuestros días: David Wark Griffith. Apareció en 1907, aunque no empezó su creatividad hasta 1909.


-Asalto y robo en un tren, (Edwin S. Porter, 1903)-


-El viaje a la luna, (Georges Méliès, 1902)-

-El paraíso de un jugador, (Georges Méliès, 1905)-

-El inquilino diabólico, (Georges Méliès, 1909)-

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